La casualidad hizo que a finales de los 80 entrara en una fábrica de pan, momento en el cuál se produjo en mí un flechazo vocacional.
Tras cuatro años, después de muchas visitas a esta fábrica, muchos libros leídos y algún cursillo, mi mujer y yo dejamos nuestras actividades y, con muchísima ilusión y también ignorancia, empezamos en un pueblo cercano a Valladolid.
Un local pequeñito sin apenas mecanización y con un maravilloso horno de leña, donde nos encontramos al amigo y también mentor, Mauro Redondo. Nunca nos trató como inquilinos, sino que nos enseñó lo aprendido después de tres generaciones y nos orientó siempre en la base de la tradición y búsqueda de los sabores naturales que originaron los productos que a día de hoy seguimos fabricando.
Desde 1994 hasta hoy, hemos pasado por varios traslados, desde nuestra primera instalación tradicional de 47m2 hasta hoy, con una fábrica de más de 2000 m2, con tecnología más puntera en el mercado. Siempre con el fin de mejorar, de aportar nuestra pasión y nuestra visión sobre el mundo de la panadería y así poder ofrecer al consumidor el mejor producto.
Han pasado muchos años, sinsabores y esfuerzos inimaginables, pero seguimos con la ilusión inalterable del verano de 1994.
Manuel Mayado